Michael White, uno de los terapeutas más trascendentes de los últimos 30 años, hizo una gran aportación al mundo de la psicoterapia al centrar su atención en todo aquello que es edificante, en los recursos de las personas, en sus fortalezas, sueños y anhelos, en las otras historias que podríamos contar sobre nuestra vida.
Nos hizo ver que ninguna historia agota toda nuestra historia. Nos recordó que la psicología, y las ciencias de la salud mental en general, han tendido a subrayar la patología y a estudiar poco las posibilidades vitales del ser humano.
White, australiano de origen, murió en 2008, levantando una ola de dolor en todo el mundo, ya que su trabajo y calidad humana trascendieron las fronteras y alcanzaron a muchos seres humanos sufrientes.
Se especializó en trabajar con víctimas de trauma en lugares como Bosnia, Ruanda, Sudáfrica y Botsuana, sólo por mencionar algunos, donde las guerras civiles dejaron una estela de muerte y dolor difícil de creer.
Quiero rescatar uno de los conceptos de White que más me emocionan y que me parece muy útil en esto de la reconstrucción de la vida.
Nuestra existencia es contada por nosotros mismos como una historia que, a veces, es sumamente simple, estereotipada, en la que nos limitamos a describir una y otra vez los mismos eventos, los mismos personajes que consideramos que han dado forma y sentido a nuestra vida.
Por ejemplo, Sandra, quien dice que, a partir de la muerte de su madre, la vida no volvió a ser igual; o Antonio, quien habla de una depresión crónica originada por la infidelidad de su mujer.
Y es a partir de este pequeño pedazo de historia desde donde desarrollamos todas las historias subsecuentes con un sentido similar, en donde el dolor, la traición o el sufrimiento se convierten en protagonistas.
A esto le llamamos en terapia "historias saturadas del problema", es decir, que somos incapaces de contar otras historias paralelas, otras cosas que también nos han pasado y que a veces contradicen la historia dominante de sufrimiento, enojo o tristeza. Estos eventos, momentos, personajes, que contradicen la historia que nos contamos, se llaman "acontecimientos extraoridinarios". Ejemplos de ellos:
- Una mujer es capaz de separarse de un marido abusivo, con quien estuvo casada durante 20 años. Un día encontró el valor para dejarlo.
- Un pequeño de 6 años, quien golpea constantemente a sus compañeros de clase, logra convivir armónicamente con ellos un día cualquiera y sin razón aparente.
- Un hombre que se dice incapaz de comprometerse, conoce a alguien que le inspira un deseo sincero de estabilidad y lealtad.
- Una joven deprimida lograr estudiar para su examen final de cálculo y saca buena calificación.
Si fuéramos capaces de ver en nuestra propia vida estos momentos y amplificarlos, es decir, engrandecerlos, platicarlos y enorgullecernos de ellos, tal vez lograríamos sembrar la semilla de una historia alternativa, donde romper con la violencia es posible, donde la socialización es un proceso que finalmente se consolida, donde alguien puede aprender a amar y donde a pesar de la depresión o alguien es capaz de superar un reto académico.
Construir historias nuevas en torno a estos eventos es construir nuevos significados y nuevas identidades. Nuevas formas de vernos a nosotros mismos, no en términos de los que estamos acostumbrados a ser, sino como aquellos que deseamos ser o que podemos ser a veces, pero casi ni cuenta nos damos.
Muchas parejas se quejan de que el otro, hagan lo que hagan, no lo mira ni lo registra: "Podría pintarme el pelo verde y él no se daría cuenta", dicen por ahí muchas mujeres.
Este fenómeno lo podemos explicar como la fuerza de la costumbre. Es mucho más sencillo etiquetar a los demás y autoetiquetarnos para ahorrarnos el trabajo de seguir conociendo nuestro potencial y el de los demás. Las sorpresas no nos gustan.
El status quo de nuestra existencia parece tatuarse en nuestra mente aunque, en alguna parte de ella, quisiéramos cambiar algunas o muchas características de nuestra forma de ser.
Los acontecimientos extraordinarios pueden encontrarse en nuestro pasado. En una historia de abuso infantil, muchas veces hubo uno o varios rescatadores de ese niño o niña desprotegido. A veces fue un vecino, un amigo o un maestro, y de esos personajes casi no hablamos, porque los recuerdos traumáticos abruman nuestra memoria y nos hacen recordar casi exclusivamente que fuimos (y tal vez seguimos siendo) abusados y que tal vez hoy nos creemos abusables.
En el presente, podemos repasar lo que hacemos, lo que pensamos y lo que sentimos y encontrar muy probablemente, algún dato que contradice nuestro relato preferido, aprendido de memoria listo para ser dicho al sólo darle "play" a una que parece una vieja grabación sin posibilidades de ser modificada.
Podría ser el anhelo de cambiar, una mañana donde las cosas salen bien, reencontrar a un viejo amigo, leer un libro que nos conmueve, estar cansados de la vida como ha sido hasta ahora y tomar alguna determinación importante, como dejar de fumar, de beber, de reventar excesivamente o de amar desordenadamente.
Todo el tiempo nos está pasando eso, en nuestro diálogo interior, en el torrente de pensamientos que está lleno de claroscuros. Pero la memoria selectiva nos lleva a lo conocido, a lo habitual y, tal vez, a lo negativo.
¿Cómo fijarse en lo diferente, en lo sorprendente o en lo luminoso?: Buscándolo sin descanso, escribiéndolo, proyectándolo y plasmándolo en un plan de vida futura, enfocando la atención a otros aspectos de nuestra vida.
Si soy un celoso que no puede más que perseguir y acosar a su pareja, podría inscribirme a un club de lectura o de triatlón, a una maestría y empezar a poner mi energía en otro lado, en un lugar donde yo estoy mejor, más saludable y más centrado en mi bienestar y no en el control obsesivo de los movimientos de alguien más.
El secreto es abrir el espectro, atreverse a hacer cosas nuevas, vencer un miedo cada día, luchar contra nuestra timidez, contra nuestro egoismo, contra nuestro orgullo y creer con fe inquebrantable, que es posible.
Los acontecimientos extraordinarios proyectados hacia el futuro pueden expresarse en las siguientes preguntas:
"¿Qué podrías hacer para resolver este problema?, ¿cómo podrías salvar tu vida?, ¿de dónde surgen estas ideas? Si te vieras a ti mismo llevándolas a la práctica ¿te sentirías mejor? Si llegaras a sentirte así, ¿qué cosas te resultarían más fáciles hacer en la vida?"
(White y Epston, "Medios Narrativos para Fines Terapéuticos", p.73, Paidos, 1993).
Fuente: http://estilos.prodigy.msn.com/blogs-podcasts/vida/articulo.aspx?cp-documentid=24448134&page=0
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