domingo, 30 de enero de 2011

EL GÉNERO AUTOBIOGRÁFICO. LOS OBJETOS DE LA MEMORIA Y LA ESCRITURA TERAPÉUTICA

La autobiografía es un género literario, una ficción que espera del lector que acepte sus afirmaciones como verdaderas; pero que en efecto sostiene la evolución de una personalidad en un pasado real al que, a través del estilo, otorgará una segunda vida.

Este taller busca aproximarse desde la práctica y la teoría al género autobiográfico.

Se estudiarán diversos textos autobiográficos y la función de la obra de su autor y en su entorno social, atendiendo especialmente a las sutiles relaciones que las distintas autobiografías establecerán entre historia, memoria y ficción.



Los invitamos a participar en esta hermosa experiencia de recobrar el tiempo perdido a través de aquellos objetos y otros soportes de la memoria, a la vez que hacemos un recorrido por el género autobiográfico a lo largo de la historia de la literatura.

Requisitos para el taller: Traer objetos de la memoria para poder recrear nuestra historia y sanar a través de la escritura terapéutica. Volveremos a conectarnos con nuestra historia personal y reescribiremos nuestra biografía. Revisaremos aquellos mandatos que recibimos, nuestro guión de vida y potenciaremos nuestros recuerdos equilibrando la propia percepción a través de la creación de nuevos paradigmas.


Metodología:
Conectarse con la historia personal a utilizando como disparadores distintos 'objetos de la memoria'.
Estudiar el género autobiográfico a lo largo de la historia de la literatura.

Frecuencia: semanal

Modalidad: presencial

Zona: Parque Batlle

Comienzo: OCTUBRE a DICIEMBRE 2011

Para inscripción previa e información comunicarse en el horario de 13 a 19 hs.a:

2522 48 76 - 098835138

E-mail: tallerladiosa@gmail.com

LOS OBJETOS DE LA MEMORIA

Gran parte de la memoria familiar se almacena en álbumes fotográficos, cartas y otros objetos testigos. Recordamos gracias a material tangible desde el que podemos reconstruir nuestra historia personal o la de aquellos a los que amamos.

Una foto, una postal, una carta, un mail, un diario íntimo, un posteo, un video, una grabación, un objeto, una prenda, etc, pueden revelar detalles del pasado que deconstruyan el relato que hasta ahora habíamos construido en torno a una persona o acontecimento. A través de ellos se revelan los gustos, intereses, aficiones, ilusiones,disgustos, ideas y emociones que por aquel entonces diseñaban nuestro mapa vital.

Todos estos objetos son una guía para que cada uno pueda reencontrase con su pasado, conectar con su presente, aprender a leer el lenguaje de las emociones y ponerle voz a los silencios y a las ausencias de imágenes mentales en determinados períodos de la vida.


A través de estos tesoros personales podemos acceder a recuerdos olvidados, lograr que nos hagan hoy tomar conciencia de nuestros mitos e historia. Ellos nos ayudan a reconstruir el universo social y cultural del que procedemos, nos conectan con nuestros antepasados, nuestras raíces, nos muestran los cambios que hemos ido realizando, que se manifiestan en nuestro presente.

martes, 25 de enero de 2011

LOS ACONTECIMIENTOS EXTRAORDINARIOS

Michael White, uno de los terapeutas más trascendentes de los últimos 30 años, hizo una gran aportación al mundo de la psicoterapia al centrar su atención en todo aquello que es edificante, en los recursos de las personas, en sus fortalezas, sueños y anhelos, en las otras historias que podríamos contar sobre nuestra vida.


Nos hizo ver que ninguna historia agota toda nuestra historia. Nos recordó que la psicología, y las ciencias de la salud mental en general, han tendido a subrayar la patología y a estudiar poco las posibilidades vitales del ser humano.


White, australiano de origen, murió en 2008, levantando una ola de dolor en todo el mundo, ya que su trabajo y calidad humana trascendieron las fronteras y alcanzaron a muchos seres humanos sufrientes.


Se especializó en trabajar con víctimas de trauma en lugares como Bosnia, Ruanda, Sudáfrica y Botsuana, sólo por mencionar algunos, donde las guerras civiles dejaron una estela de muerte y dolor difícil de creer.

Quiero rescatar uno de los conceptos de White que más me emocionan y que me parece muy útil en esto de la reconstrucción de la vida.

Nuestra existencia es contada por nosotros mismos como una historia que, a veces, es sumamente simple, estereotipada, en la que nos limitamos a describir una y otra vez los mismos eventos, los mismos personajes que consideramos que han dado forma y sentido a nuestra vida.



Por ejemplo, Sandra, quien dice que, a partir de la muerte de su madre, la vida no volvió a ser igual; o Antonio, quien habla de una depresión crónica originada por la infidelidad de su mujer.


Y es a partir de este pequeño pedazo de historia desde donde desarrollamos todas las historias subsecuentes con un sentido similar, en donde el dolor, la traición o el sufrimiento se convierten en protagonistas.

A esto le llamamos en terapia "historias saturadas del problema", es decir, que somos incapaces de contar otras historias paralelas, otras cosas que también nos han pasado y que a veces contradicen la historia dominante de sufrimiento, enojo o tristeza. Estos eventos, momentos, personajes, que contradicen la historia que nos contamos, se llaman "acontecimientos extraoridinarios". Ejemplos de ellos:


- Una mujer es capaz de separarse de un marido abusivo, con quien estuvo casada durante 20 años. Un día encontró el valor para dejarlo.
- Un pequeño de 6 años, quien golpea constantemente a sus compañeros de clase, logra convivir armónicamente con ellos un día cualquiera y sin razón aparente.
- Un hombre que se dice incapaz de comprometerse, conoce a alguien que le inspira un deseo sincero de estabilidad y lealtad.
- Una joven deprimida lograr estudiar para su examen final de cálculo y saca buena calificación.


Si fuéramos capaces de ver en nuestra propia vida estos momentos y amplificarlos, es decir, engrandecerlos, platicarlos y enorgullecernos de ellos, tal vez lograríamos sembrar la semilla de una historia alternativa, donde romper con la violencia es posible, donde la socialización es un proceso que finalmente se consolida, donde alguien puede aprender a amar y donde a pesar de la depresión o alguien es capaz de superar un reto académico.

Construir historias nuevas en torno a estos eventos es construir nuevos significados y nuevas identidades. Nuevas formas de vernos a nosotros mismos, no en términos de los que estamos acostumbrados a ser, sino como aquellos que deseamos ser o que podemos ser a veces, pero casi ni cuenta nos damos.

Muchas parejas se quejan de que el otro, hagan lo que hagan, no lo mira ni lo registra: "Podría pintarme el pelo verde y él no se daría cuenta", dicen por ahí muchas mujeres.

Este fenómeno lo podemos explicar como la fuerza de la costumbre. Es mucho más sencillo etiquetar a los demás y autoetiquetarnos para ahorrarnos el trabajo de seguir conociendo nuestro potencial y el de los demás. Las sorpresas no nos gustan.

El status quo de nuestra existencia parece tatuarse en nuestra mente aunque, en alguna parte de ella, quisiéramos cambiar algunas o muchas características de nuestra forma de ser.


Los acontecimientos extraordinarios pueden encontrarse en nuestro pasado. En una historia de abuso infantil, muchas veces hubo uno o varios rescatadores de ese niño o niña desprotegido. A veces fue un vecino, un amigo o un maestro, y de esos personajes casi no hablamos, porque los recuerdos traumáticos abruman nuestra memoria y nos hacen recordar casi exclusivamente que fuimos (y tal vez seguimos siendo) abusados y que tal vez hoy nos creemos abusables.


En el presente, podemos repasar lo que hacemos, lo que pensamos y lo que sentimos y encontrar muy probablemente, algún dato que contradice nuestro relato preferido, aprendido de memoria listo para ser dicho al sólo darle "play" a una que parece una vieja grabación sin posibilidades de ser modificada.


Podría ser el anhelo de cambiar, una mañana donde las cosas salen bien, reencontrar a un viejo amigo, leer un libro que nos conmueve, estar cansados de la vida como ha sido hasta ahora y tomar alguna determinación importante, como dejar de fumar, de beber, de reventar excesivamente o de amar desordenadamente.


Todo el tiempo nos está pasando eso, en nuestro diálogo interior, en el torrente de pensamientos que está lleno de claroscuros. Pero la memoria selectiva nos lleva a lo conocido, a lo habitual y, tal vez, a lo negativo.


¿Cómo fijarse en lo diferente, en lo sorprendente o en lo luminoso?: Buscándolo sin descanso, escribiéndolo, proyectándolo y plasmándolo en un plan de vida futura, enfocando la atención a otros aspectos de nuestra vida.

Si soy un celoso que no puede más que perseguir y acosar a su pareja, podría inscribirme a un club de lectura o de triatlón, a una maestría y empezar a poner mi energía en otro lado, en un lugar donde yo estoy mejor, más saludable y más centrado en mi bienestar y no en el control obsesivo de los movimientos de alguien más.


El secreto es abrir el espectro, atreverse a hacer cosas nuevas, vencer un miedo cada día, luchar contra nuestra timidez, contra nuestro egoismo, contra nuestro orgullo y creer con fe inquebrantable, que es posible.

Los acontecimientos extraordinarios proyectados hacia el futuro pueden expresarse en las siguientes preguntas:

"¿Qué podrías hacer para resolver este problema?, ¿cómo podrías salvar tu vida?, ¿de dónde surgen estas ideas? Si te vieras a ti mismo llevándolas a la práctica ¿te sentirías mejor? Si llegaras a sentirte así, ¿qué cosas te resultarían más fáciles hacer en la vida?"

(White y Epston, "Medios Narrativos para Fines Terapéuticos", p.73, Paidos, 1993).

Fuente: http://estilos.prodigy.msn.com/blogs-podcasts/vida/articulo.aspx?cp-documentid=24448134&page=0

EL DIARIO ES UNA GRAN TERAPIA

Diarios de almohada, aventuras en el bolsillo de viajeros incansables, bitácoras, relatos de sueños, ilusiones o fracasos. El arte de escribir en soledad es una práctica centenaria que han cultivado no solo los grandes literatos, sino también el más común de los mortales.

James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas (EE. UU.) desde hace más de 30 años, estudia la escritura como herramienta terapéutica para superar vivencias traumáticas.



Él asegura que “la escritura expresiva provoca una serie de efectos en cascada sobre la salud física: estimula la protección inmunológica, relaja y mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial y reduce el consumo de alcohol y fármacos”.

Según las investigaciones llevadas a cabo por el psicólogo estadounidense, “basta con relatar un hecho traumático para que su poder destructivo ceda. Escribir cambia la forma de pensar, exige detenernos sobre la experiencia y revaluar las circunstancias”, matiza.

Pero aclara que este tipo de escritura terapéutica debe desarrollarse de forma continuada, sin tener en cuenta las formas gramaticales o sintácticas y sobre todo, pensar que lo escrito es absolutamente personal y no debe compartirse con nadie.

“En tu escrito explora el acontecimiento y cómo te ha afectado realmente, cómo te sentiste cuando ocurrió y cómo te hace sentir ahora”, expresa el especialista, quien insiste en que lo que se escribe debe relacionarse con acontecimientos del pasado.

Por ejemplo, “¿cómo está relacionado con tu infancia?, ¿cómo influye este malestar con tu vida actual?” Basta que uno se siente a escribir 20 minutos al día durante cuatro días.

El doctor James Pennebaker, de la Universidad de Texas.

“Es particularmente importante que examines con franqueza tus emociones y pensamientos más íntimos. Recuerda escribir sin parar, esto es muy importante para que nos sinceremos con nosotros mismos”explica el experto.

Al cuarto día llega la segunda fase, denominada pensamientos post-escritura, en la que la persona debe reflexionar acerca de lo que ha escrito valorando si ha aprendido, perdido o ganado algo, como resultado de su experiencia traumática.

El psicólogo estadounidense recomienda que, tras escribir, se debería hacer una valoración del 0 al 10 “donde uno se replantee en qué medida se han expresado los sentimientos más íntimos, si ha sido tristeza, malestar o felicidad y si el ejercicio ha sido valioso y significativo”.

Segunda opinión

Arciero Giampiero, psiquiatra italiano especialista en identidad personal, pone mucho énfasis en las ventajas de la escritura expresiva y matiza: “Se trata de poner en secuencia la experiencia de vivir, la mezcla del acontecer, de lo que pasó y aquel sonido de fondo que es uno mismo. Los ejercicios de escritura emocional facilitan la tarea de secuenciar narrativamente los hechos traumáticos permitiendo construir un puente entre quiénes éramos antes del suceso y quiénes somos en la actualidad”.

Sugerencia

De acuerdo con James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, las experiencias traumáticas pasan por una fase inicial, que dura entre tres o cuatro semanas, durante las cuales las personas piensan y hablan todo el tiempo acerca del hecho.

En este “período de emergencia que sigue al desastre muchos estudios han demostrado que no es positivo aplicar la escritura terapéutica. Es importante respetar este primer período antes de proponer este tipo de intervención”.

Anécdota

Cuentan que el novelista ruso León Tolstoi tenía tres diarios: uno que dejaba a la vista en su casa para que lo leyera su esposa; otro que escribía con la intención de que fuese publicado tras su muerte; y uno más que llevaba siempre con él y escondía con recelo para que nadie leyese.

Autor: Ana Candela
Fuente: dca.gob.gt
Foto del Dr. Pennebaker: Marsha Miller

LA ESCRITURA TERAPÉUTICA AYUDA A ELABORAR VIVENCIAS TRAUMÁTICAS


Contra el dolor. Sus efectos se observan incluso en la salud física
La escritura terapéutica ayuda a elaborar vivencias traumáticas
Es lo que ha demostrado James Pennebaker, un referente en esta área de la psicología

El doctor James Pennebaker, de la Universidad de Texas, durante su visita a Buenos Aires. Foto Marcelo Gómez

Tesy de Biase

Fuente: LA NACION

Desde hace 30 años, el profesor de psicología de la Universidad de Texas James Pennebaker estudia el poder reconstructivo de la escritura. Invitado por la Facultad de Psicología de la Universidad de Palermo, exhibe con sencillez sus hallazgos, nacidos en múltiples y disímiles escenarios, como la Nueva York posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001, una clínica oncológica o la crisis provocada en California por el terremoto de 1989.

"Desde 1979 venimos estudiado cómo las personas enfrentan situaciones traumáticas dolorosas a través de la escritura expresiva. Comenzamos pidiendo a un grupo de estudiantes universitarios que escribieran sobre sus vivencias personales más dolorosas, y descubrimos que aquellas que se habían mantenido en secreto tenían mayor potencial de enfermar. Entonces, invitamos a las personas a nuestro laboratorio a contarnos anónimamente estos secretos", comienza diciendo Pennebaker.

"Con el tiempo y la ayuda de decenas de investigaciones que, desde entonces, se realizaron en el mundo entero, hoy sabemos que la escritura expresiva provoca una serie de efectos en cascada sobre la salud física: estimula la protección inmunológica, relaja y mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial, reduce el consumo de alcohol y fármacos. Además, reordena el pensamiento, promueve la conexión con los otros y disminuye las crisis depresivas. Parece mágico."

-¿Cómo se explica esa magia? ¿Basta con relatar un hecho traumático para que su poder destructivo ceda?

-Cuando nuestras primeras investigaciones alcanzaron estado público, yo funcionaba como un imán que atraía a personas que se me acercaban para contarme sus vivencias traumáticas. Los escuchaba suponiendo que eso los aliviaría, pero al año siguiente volvían a encontrarme, el relato no era muy distinto y su estado de salud tampoco había mejorado. Entonces, aprendí que contar la misma historia, una y otra vez, no es necesariamente terapéutico. Una de las condiciones de la escritura expresiva es que movilice las emociones involucradas, en un proceso de reconstrucción del hecho traumático.

-¿Qué sucede en el psiquismo para que la escritura se convierta en un proceso potencialmente terapéutico?


-Escribir cambia la forma en que la gente piensa y organiza su mundo interno; exige detenerse sobre la experiencia, reevaluar sus circunstancias, hasta que se alcanza una nueva representación en el cerebro. Es un proceso que implica reinscribir las emociones en un nuevo formato. Sus efectos, especialmente en el terreno de la salud, no siempre son permanentes: es como tomar un analgésico, con efecto en el corto plazo.

-¿Cuáles son las consignas por respetar para que la escritura sea eficaz en la elaboración de tragedias, personales o colectivas?

-Las experiencias traumáticas atraviesan una fase inicial, que dura entre tres y cuatro semanas, durante la cual las personas piensan y hablan todo el tiempo sobre el hecho. En este período de emergencia que sigue al desastre, es como si autogestionaran un sistema terapéutico que no requiere la intervención de profesionales de la salud. Numerosas experiencias han demostrado que, durante esta fase, no es positivo aplicar la escritura terapéutica.

Personalmente estuve involucrado en dos estudios que fueron un gran fracaso. Uno de ellos fue con mujeres que estaban terminando su terapia de radiación contra un cáncer de mama. Como asistían diariamente al centro médico, les pedimos que escribieran sobre su experiencia. Sus escritos hacían un ejercicio de anticipación sobre una situación que no tenían ni idea de cómo se desarrollaría. De hecho, más de un tercio de estas mujeres al terminar el tratamiento estaban deprimidas, y la escritura no las había ayudado.

Es importante respetar este primer período antes de proponer este tipo de intervención, ya que sus efectos, si no, pueden ser negativos. Le sigue una fase durante la cual las personas ya no están tan dispuestas a compartir las historias de los otros y se mantienen concentradas en la propia. Y, finalmente, una tercera fase en la que sí son importantes y muchas veces necesarias las intervenciones como la escritura expresiva, que ayuda a elaborar y ordenar internamente la experiencia dolorosa.

Sin embargo, yo no propongo a la escritura expresiva para suplantar una psicoterapia; es una práctica complementaria -a menos que se realice en el marco de un abordaje clínico, tal como hace la licenciada Mónica Bruder, referente del doctor Pennebaker en el país, con su propuesta de cuento con final positivo-. En la Argentina está culturalmente aceptada, inclusive estimulada la consulta psicoterapéutica; en cambio, en los Estados Unidos no es así, por eso yo recomiendo a quienes atraviesan una situación dolorosa o crítica que se sienten a escribir quince minutos diarios, durante cuatro o cinco días. Si no se sienten mejor, entonces tendrán que pensar en otra alternativa.

La escritura expresiva tiene el potencial de ayudar a las personas a convertirse en terapeutas de ellas mismas.

Les cuento todo esto porque hoy, mientras hacía un poco de orden en el Aleph horizontal que está tomando posesión de mi mesa de trabajo, apareció de forma inesperada un recorte de diario con la necrológica de Michael White, "el hombre que curaba con la escritura". Este australiano rubio, de mentón fuerte y sonrisa simpática, asistente social y terapeuta de familia, pensaba que la narración escrita de sus traumas podía ayudar a los pacientes adultos a superar muchos conflictos enraizados durante la infancia y la adolescencia. Según él, "muchas patologías encuentran su clave en el análisis de las historias vitales que contamos una y otra vez sin darles demasiada importancia". Allí estarían los nudos que nos impiden avanzar, los obstáculos que nos fijan en una determinada y repetitiva situación, muchas veces dramática. Si pudiéramos escribir un final distinto a esas historias traumatizantes, tendríamos la posibilidad de rescribir también nuestras vidas.

No puedo recordar el momento en que recorté de una página de un diario barcelonés el obituario de este personaje, sin embargo el miércoles de esta semana, durante los prolegómenos a una lectura de poemas en el Aula de Escritores de ACEC, conté cómo casi cada día me preguntaba para qué servía escribir. Un momento después, ganado por una emoción repentina que no supe ni pude contener, leí el poema dedicado a la reciente muerte de un amigo. Fue escrito pocas horas después de que su viuda me anunciara un desenlace que pretendíamos postergable, lejano. Aquel día el ordenador, la pantalla luminosa, el teclado gris de plástico, habían sido lo que solemos llamar "mi paño de lágrimas". Tuvieron que pasar más de cinco meses para que esas lágrimas virtuales metaforizadas aquel día en palabras, se hicieran realidad. Fueron necesarios más de cinco meses para que mi corazón pudiera traducir lo que supuestamente escribió mi cabeza. Tal vez Michael White tuviera razón y la escritura sea, además de otras muchas cosas, una actividad terapéutica.