Diarios de almohada, aventuras en el bolsillo de viajeros incansables, bitácoras, relatos de sueños, ilusiones o fracasos. El arte de escribir en soledad es una práctica centenaria que han cultivado no solo los grandes literatos, sino también el más común de los mortales.
James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas (EE. UU.) desde hace más de 30 años, estudia la escritura como herramienta terapéutica para superar vivencias traumáticas.
Él asegura que “la escritura expresiva provoca una serie de efectos en cascada sobre la salud física: estimula la protección inmunológica, relaja y mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial y reduce el consumo de alcohol y fármacos”.
Según las investigaciones llevadas a cabo por el psicólogo estadounidense, “basta con relatar un hecho traumático para que su poder destructivo ceda. Escribir cambia la forma de pensar, exige detenernos sobre la experiencia y revaluar las circunstancias”, matiza.
Pero aclara que este tipo de escritura terapéutica debe desarrollarse de forma continuada, sin tener en cuenta las formas gramaticales o sintácticas y sobre todo, pensar que lo escrito es absolutamente personal y no debe compartirse con nadie.
“En tu escrito explora el acontecimiento y cómo te ha afectado realmente, cómo te sentiste cuando ocurrió y cómo te hace sentir ahora”, expresa el especialista, quien insiste en que lo que se escribe debe relacionarse con acontecimientos del pasado.
Por ejemplo, “¿cómo está relacionado con tu infancia?, ¿cómo influye este malestar con tu vida actual?” Basta que uno se siente a escribir 20 minutos al día durante cuatro días.
El doctor James Pennebaker, de la Universidad de Texas.
“Es particularmente importante que examines con franqueza tus emociones y pensamientos más íntimos. Recuerda escribir sin parar, esto es muy importante para que nos sinceremos con nosotros mismos”explica el experto.
Al cuarto día llega la segunda fase, denominada pensamientos post-escritura, en la que la persona debe reflexionar acerca de lo que ha escrito valorando si ha aprendido, perdido o ganado algo, como resultado de su experiencia traumática.
El psicólogo estadounidense recomienda que, tras escribir, se debería hacer una valoración del 0 al 10 “donde uno se replantee en qué medida se han expresado los sentimientos más íntimos, si ha sido tristeza, malestar o felicidad y si el ejercicio ha sido valioso y significativo”.
Segunda opinión
Arciero Giampiero, psiquiatra italiano especialista en identidad personal, pone mucho énfasis en las ventajas de la escritura expresiva y matiza: “Se trata de poner en secuencia la experiencia de vivir, la mezcla del acontecer, de lo que pasó y aquel sonido de fondo que es uno mismo. Los ejercicios de escritura emocional facilitan la tarea de secuenciar narrativamente los hechos traumáticos permitiendo construir un puente entre quiénes éramos antes del suceso y quiénes somos en la actualidad”.
Sugerencia
De acuerdo con James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, las experiencias traumáticas pasan por una fase inicial, que dura entre tres o cuatro semanas, durante las cuales las personas piensan y hablan todo el tiempo acerca del hecho.
En este “período de emergencia que sigue al desastre muchos estudios han demostrado que no es positivo aplicar la escritura terapéutica. Es importante respetar este primer período antes de proponer este tipo de intervención”.
Anécdota
Cuentan que el novelista ruso León Tolstoi tenía tres diarios: uno que dejaba a la vista en su casa para que lo leyera su esposa; otro que escribía con la intención de que fuese publicado tras su muerte; y uno más que llevaba siempre con él y escondía con recelo para que nadie leyese.
Autor: Ana Candela
Fuente: dca.gob.gt
Foto del Dr. Pennebaker: Marsha Miller
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